Este verano hemos celebrado los 9 años de Sunflower y lo que ya se venía intuyendo desde hace unos meses, ahora es más evidente que nunca. Han llegado los miedos, los cuestionamientos, los cambios de humor… es el momento de cruzar el Rubicón.
Así es como denomina la pedagogía Waldorf a esta etapa del desarrollo infantil, una fase con grandes implicaciones para el resto de la vida de una persona.
Como suele pasar en esto de la maternidad, por mucho que te prepares antes, hasta que no lo vives no sabes muy bien a lo que te enfrentas, pero sí, te puedo asegurar que esta crisis se da y que la viven todos los niños y niñas del mundo.
Hoy voy a hablarte de ella y de cómo acompañarla sin perder la calma, porque es una etapa confusa tanto para el niño/a como para los padres y puede conllevar momentos de crisis (que serán un anticipo de lo que vendrá durante la adolescencia).
¿Qué es la crisis del Rubicón?
Sobre los 9 -10 años los niños/as hacen un importante cambio de conciencia. Es una verdadera transformación interior.
Si el niño/a pequeño (especialmente el primer septenio) se siente como parte del todo, uno con el mundo, ahora se produce una transición hacia la realidad dual en que vivimos, un cambio en la experiencia de sí mismo con el mundo.
El niño/a comienza a sentir una separación, comienza a verse como un ser individual separado del resto de las personas y lugares que lo rodean, y por tanto siente una pérdida del reino de la primera infancia que le había acogido hasta ahora.
Entra en un estado más consciente de quién es el/ella.
Hasta este momento vivía en un estado como de ensoñación y fantasía donde se sentía completamente protegido, y manifestaba esa adoración tan hermosa hacia mamá, papá, la maestra…, pero de repente, todo comienza a resquebrajarse, los muros de su dorado escenario se derrumban y se da de bruces con el compromiso de la vida. La magia de la primera infancia se desvanece para siempre.
Piaget se refiere a esta etapa como el inicio de la fase del pensamiento concreto operativo, pero en la pedagogía Waldorf se le conoce como la fase del Rubicón, llamada así por el río italiano del mismo nombre.
La historia del río Rubicón
Hacia el año 49 a. C., Julio César volvía a Roma tras su campaña victoriosa en las Galias, al frente de sus tropas. Sin embargo, la ley romana prohibía a los generales entrar en Italia con su ejército; debían desbandarlo antes de atravesar la frontera, situada a lo largo del río Rubicón, bajo pena de muerte. César conocía esa ley; y atormentado por las dudas, decidió cruzar el Rubicón a sabiendas de que este gesto significaría la guerra civil contra los entonces cónsules de Roma. Según la tradición, César pronunció la famosa frase Alea jacta est (la suerte está echada) cuando se disponía a cruzar el río con sus tropas, señalando que ya no había vuelta atrás tras ese gesto. No le quedaba ya sino afrontar las inevitables consecuencias. La guerra civil, en efecto, se produjo y acabó con la victoria de César. (fuente: Wikipedia)
Desde entonces, se usa la frase cruzar el Rubicón para referirse al hecho de llevar a cabo alguna acción que va a acarrear consecuencias arriesgadas.
El Rubicón es ese momento en el que un niño/a siente que ya no es un niño/a pequeño (ha crecido y algo en él/ella ha cambiado), pero le atemoriza ser más mayor, por todo lo que supone salir al mundo. Puede ser un momento de gran confusión interna. Y las emociones que pueden surgir de ahí son variadas e intensas.
Cómo sé si mi hijo/a está cruzando el Rubicón
Esta crisis puede no ser visible externamente porque afecta a la vida interna del niño/a pero suele ser un momento difícil, a veces no verbalizado, y que puede estar acompañado de síntomas como:
(1) Sentimiento de antipatía
El niño/a se está individualizando de sus padres, nota que sus padres, maestros y otros adultos no son tan perfectos (empiezan a detectar sus defectos y los expresa abiertamente) y como resultado de esta pérdida de inocencia, comienza a ver a los adultos con un sentimiento de distancia, de antipatía, llegando a rebelarse ligeramente.(2) Sentimientos de enfado e irritabilidad
Estar a menudo de mal humor, sin causa aparente. Enfados desproporcionados pueden darse y cierta sensación de irritabilidad se respira casi a diario en su estado de ánimo.(3 ) Sentimiento de soledad y tristeza
A los siete años la mayoría de los niños/as son seres sonrientes, alegres, risueños, son encantadores la mayor parte del tiempo (por eso me encantan las clases de primero y segundo de primaria), pero con nueve años, un tinte de melancolía empieza a invadirles. Su mundo interno así como lo tenían concebido se desvanece, comienzan a sentirse separados del mundo, deben aprender a valerse por sí mismos y aparece el sentimiento de soledad.Muchos niños/as pueden de repente sentirse muy solos/as, y expresar por cualquier pequeña razón, mucha tristeza y llantos, casi un duelo de una gran pérdida.
Como también se perciben separados de sus padres, es habitual que aparezcan dudas (muchas veces en secreto) de si sus padres son sus verdaderos padres, o quizás sea adoptado.
(4) Sentimiento de injusticia
Las dudas y cuestionamientos aparecen. Se preguntan si las normas y las reglas están realmente justificadas. Se dan cuenta que los adultos no lo saben todo, que son menos confiables, que a veces rompen promesas, que olvidan cosas importantes y que cometen errores.Y al darse cuenta de ello, se quejan, se confrontan, se enfadan, pueden ser groseros y muy críticos.
(5) Miedos y temores
También pueden experimentar temores que parecen infundados o que ya habían superado hace años.Comienzan a comprender la mortalidad y a pensar existencialmente, y aparece el temor a la muerte. Es muy habitual que les dé miedo por ejemplo que mamá y papá se mueran.
Esto puede provocar problemas para dormir, y aparecer también miedo a la oscuridad.
Son frecuentes las pesadillas, los sueños de ser perseguido o mordido por una serpiente o incluso de ser asesinado, son comunes por lo que no deben ser motivo de gran preocupación. Sueños de tormentas e incendios fuera de control también son frecuentes.
(6) Síntomas psicosomáticos
Muchos niños/as presentan también algunos síntomas psicosomáticos en esta época. Las palpitaciones, problemas respiratorios y dolores de cabeza no son inusuales.Los niños de nueve años tienden a preocuparse en exceso, y algunos síntomas físicos pueden estar relacionados con ello.
También pueden resurgir hábitos infantiles superados como chuparse el dedo u orinarse en la cama.
(7) Se desarrolla su sentido del Yo: una nueva individualidad
La parte buena de todo este proceso tan agitado es que conduce a que nazca en el niño/a una nueva autoconfianza en su capacidad de hacer cosas, aparece mucha más autonomía y nuevas competencias.Se siente capaz y seguro de hacer muchas cosas que no hacía hasta ahora y descubre que puede hacerlas muy bien. Desde convertirse en una compañía maravillosa y poder hablar durante horas de cualquier tema, de una manera completamente nueva con una persona adulta, hasta ocuparse por completo de tareas domésticas, como por ejemplo su ropa o ir a hacer la compra.
Su conciencia da un salto hacia la independencia, se siente capaz de una forma más profunda y fuerte.
Cómo ayudarles a hacer la transición del Rubicón de una manera positiva y feliz
Como siempre, lo más importante es ayudarles a afrontar este nuevo reto de una manera tranquila y compasiva. Hay que hacerles saber que no están solos/as, que pueden contar con nuestro amor y apoyo en todo momento.
Se trata de convertirnos en una especie de faro que siempre puedan ver, pero permitiéndoles sentir la incomodidad de este momento de desarrollo. De alguna manera es el momento de empezar a soltarlos. Darles apoyo y orientación, pero no solucionarles todo, ni permitirles todo.
Es muy importante que seamos conscientes de que estos cambios representan una etapa necesaria, que puede crear cierta tensión en la familia, pero que no durará para siempre. Y tener muy claro que es una transición que trae consigo el regalo de un nuevo yo, más seguro e independiente.
¿Tu hijo/a se encuentra en este momento? ¿Sabías de esta etapa? ¿Tienes alguna duda? ¡Nos leemos en los comentarios!
El cambio en la autoconciencia de los niños se fortalece a la edad de nueve años, y descubres que entienden mucho mejor lo que dices sobre la diferencia entre el ser humano y el mundo. – Rudolf Steiner
Aguamarina